lunes, 19 de marzo de 2012

11 DE MARZO DE 2003

Cumplía 22 años, era el 3 de julio de 2002, y ese día tenía que venirme la regla, pero como deseaba quedarme embarazada decidí hacerme una prueba de embarazo, pues si daba positivo sería el mayor regalo que podría recibir.
Eran las 5:30 de la mañana, antes de ir a trabajar hice pipí y metí el palito...
No pude contener mis lágrimas, no pude contener la gran emoción que invadió mi cuerpo, al ver que aquellas dos rayitas rosas indicaban que: ¡Iba a ser mamá!

Por poco llego tarde a trabajar, con la emoción, los nervios, no sabía que hacer, o si mis compañeras notarían que estaba demasiado despierta y alegre para ser tan temprano...

Estaba de 14 semanas cuando un día por la noche, estando sentada en el sofá después de cenar, noté como un relámpago recorría mi vientre... como un calambre de energía, que me despertó un gran amor. Pregunte a la comadrona, pues pensaba que eran gases, y ella me dijo: ¡Es tu bebé! 
Después no noté nada hasta la semana 18, que era como unas burbujitas dentro de mi, unas burbujitas de mucho amor. A partir de aquí lo notaba cada día, y creo que es la experiencia más bonita, y más placentera que he sentido jamás.

Tuve un embarazo muy bueno, a las 20 semanas nos dijeron que era niño, y pensamos en su nombre: Pedro.

Mi fecha probable de parto era el 10 de marzo de 2003. Unas 7 semanas antes, tuve que coger la baja, pues parecía que Pedro quería nacer, y desde el hospital me recomendaron reposo absoluto hasta nuevo aviso.
No me fue mal, pues pude dedicarme a tejer una mantita, un jersey, y a disfrutar de mis últimos días colocando una y otra vez las cosas en su sitio, lavando infinita veces la ropita, planchando una y otra vez... el complejo de nido se apoderó de mi, pero yo me sentía la mujer más feliz del mundo. 

Eran las 5 de la mañana del 11 de marzo de 2003, me desperté con unos pequeños pinchazos, contracciones sin dolor, y mucho pis (lo del pis era muy muy normal).
Me puse a hacer punto, intenté distraerme, di un paseo... y los dolores empezaron a ser cada vez más fuertes.
A las 9 me duché y a las 9:30 fuimos hacia el hospital, pensando que me dirían que aún no era el momento... no supe diferenciar si estaba de parto o no, pero las contracciones dolían bastante.

Me examinaron, y sí, estaba de parto, por fin, era el día, no nos lo podíamos creer, cuanta emoción, y sentí miedo, alegría, y preocupación, muchas cosas a la vez... La comadrona me rompió la bolsa y me examinó, diciéndome: Traes un niño de 4 kilos, y nunca lo podrás parir por ti sola. Pero lo vamos a intentar.

Yo quería un parto vaginal, era lo deseado, era lo que me tocaba, era mi ilusión, jamás me planteé otra alternativa, que decía aquella señora...

Estuve sola (echaron al padre de mi hijo) durante 5 largas horas, sola, dilatando, asustada, sufriendo, pero con fuerza y amor hacia mi bebé, al cual oía su corazón por el monitor. Mis lágrimas se saltaban, pues no me dejaban moverme, estaba tumbada y muy incómoda, pero resistí sin quejarme, pues no eran muy simpáticas. A las 14 horas dejaron entrar a mi marido, que al verme allí se asustó bastante, pues mi cara debía ser un poema. Decidieron ponerme la anestesia epidural estando dilatada de 8 cm, o eso me dijeron. Al hacer efecto noté relajación, pero tanta que no podía ni mover las piernas, no era yo, me sentí angustiada, pues la mitad de mi cuerpo incluyendo a mi bebé habían desaparecido. Pero al preguntar solo obtuve la respuesta de: Estas primerizas...
Pues sí, por supuesto, era primeriza, o es que ¿acaso no todas las mujeres somos primerizas alguna vez?
A las 18h me volvieron a examinar, la anestesia se me había pasado y empecé a notar unos dolores muy fuertes, sumados a las largas horas de inmovilidad, pensé que me moría, pero no dije nada. Estaba deseando ver la carita de mi hijo, y eso me compensaba el dolor.
Al examinarme empezaron a correr, echaron a mi marido, me llevaron rápidamente a un quirófano y me dijeron mientras me preparaban que había que hacer una cesárea, pues el niño no respondía. Pase mucho miedo, muchísimo, lloré de rabia, de impotencia y de soledad. Pero eran las 18h 18 min cuando oí el llanto de mi bebé, Pedro había nacido, me mostraron su carita, lo besé, y lloré... Mi hijo nació sano, pesando 3,950 kg y 52 cm, era el niño más bonito que jamás había visto. Ese momento quedaría grabado en mi mente y en mi corazón para siempre, aunque aún no lo sabía.
En esta foto Pedro tiene un día de vida, y lleva el jersey que yo le tejí. 
Pedro ha sido durante 8 años y 8 meses mi único hijo, y el amor de mi vida. Hasta que llegó su hermana, Carlota, pero será en otra publicación.

Laura JC

No hay comentarios:

Publicar un comentario